Por Johnny Rosario El Nacional, suplemento Galería, página 16,16 de Agosto de 1987.
Moisés -Johnny- Rosario
Saúl Pimentel
Pedro Pérez Vargas
Reinaldo Balcácer
Buenaventura Bueno Torres
José Bejarán
Eduardo Guerrero
Presidir con responsabilidad una institución como el Círculo de Locutores Dominicanos, Inc.; representar un sector profesional que gravita poderosamente en nuestra sociedad, y cuyos méritos no son reconocidos ni justamente valorados, implica la necesidad de entregarse por entero, sin cejar un instante, a los afanes por lograr sus perentorias reivindicaciones materiales y sociales; que se promuevan sus grandes valores para hacer posible que se reconozca y respete la dignidad y categoría de su hermosa labor. Es por ello que en este trajín y lucha que me impone mi conciencia y convicción como líder del grupo profesional de la comunicación al que sirvo de corazón, me expongo muchas veces a tener que servir de vocero de los reclamos de dicho sector y, otras tantas, de salirle al frente a cualquier desatino que sea publicado en la prensa, que atente contra el puesto de trabajo del hombre del micrófono, como el aparecido en otra publicación con la firma del respetable periodista y buen amigo, Saúl Pimentel. Saúl promueve la idea de que sea el mismo periodista el que lea los detalles de los reportajes que realiza, basándose en una supuesta falta de credibilidad de parte del locutor de noticias. A pesar de que en los quince años de existencia el Círculo de Locutores Dominicanos ha podido lograr en gran parte que el locutor no sea subestimado como un profesional más, y que en consecuencia sea tomado en cuenta con mucha atención en la sociedad, esto gracias al trabajo de todos los directivos y miembros que le han dado su calor y respaldo, debemos reconocer amargamente que falta mucho terrero por recorrer, especialmente alcanzar que este profesional adquiera conciencia del poder que él concentra, de la importancia social de su labor, así como de la influencia, admiración y, en algunos casos, del recelo que su papel provoca. Son muchas las personas que quieren ser locutores, y muchos los que sin serlo ni tener condiciones para ello, amanecen de un día para otro ante un micrófono de radio frente a una cámara de televisión, así tan fácil como cambiarse una camisa por otra. No pretendo polemizar con mi amigo Saúl ni mucho menos denostar o subestimar la capacidad profesional del periodista dominicano -que es muy buena-, sino simplemente demostrar que comunicarse es mucho más complejo que expresarse. Que una expresión correcta puede no alcanzar una comunicación correcta, es decir, no basta una buena pronunciación para que haya una buena comunicación. Que existe la confusión de que con leer correctamente se es locutor, porque se olvida que no todo el mundo cuenta con el don de motivar, influir positivamente, o sugestionar al mal a través de la palabra hablada que exhorta, consuela, o alienta. No persigo truncarle el interés a ningún periodista que aspire a ser locutor, todo lo contrario, pero sí debe reconocerse que no todas las personas cuentan con la capacidad, preparación, habilidad, arte y hasta la gracia para comunicar con la voz como lo hace con la pluma. En un trabajo que publicara esta prestigiosa revista dominical con nuestra firma, hace unos meses, contaba el hecho de que tanto periodistas han incursionado en la locución como locutores en el periodismo de manera exitosa. Mejor decir, no existen fronteras entre una actividad y la otra. Hacía referencia de comunicadores como Negro Martínez, Joseph Cáceres, Miguel Hernández, Miguel ángel herrera, Reyes Guzmán, Pablo Jerez, Fanny Santana, Napoleón Beras, entre una extensa lista, demostrando que se puede escribir bien una cuartilla, y a la vez presentar con arte y gracia al artista (como lo hace un Joseph Cáceres, por ejemplo); o una receta médica o de cocina (como lo realiza negro Martínez), etc., pero la lectura de noticias, mi amigo Saúl, requiere de condiciones especiales. Aprendí en los cursos de oratoria, leyendo a Rafael Seco, más o menos lo siguiente: "Existe una relación íntima entre lenguaje y pensamiento. El emisor (hablante o escritor) expresa su pensamiento mediante el lenguaje, y el receptor (oyente o lector) transforma el lenguaje en pensamiento". La ventaja estará de parte de aquellas personas cuyo lenguaje sea más preciso, es decir, el que logra comunicar mejor, más rápido, más fácil y con mayor claridad. "Porque el arte de hablar o de escribir, es el arte de persuadir". De esto saben mucho las publicitarias, amigo Saúl. Además creo que para una buena comunicación no basta cumplir el esquema tradicional emisor-receptor-código-mensaje y canal, sino que son necesarios ingredientes tan importantes como los gestos, las inflexiones, las entonaciones, el ritmo, movimientos histriónicos (condición artística), lo cual ayuda a lograr el fin persuasivo de la comunicación oral y para esto hay que tener vocación, escuela, técnica, y finalmente experiencia. Un locutor de noticias que pretenda leer comentarios y editoriales exitosamente debe tener a su favor la condición que le permita disciplinar su voz, de suerte tal que pueda variarla a su antojo de intensidad, entonación y fluidez, al tiempo de graduar los ritmos, que son obligados para una efectiva comunicación oral. Sé que Pedro Pérez Vargas, Bueno Torres, Eduardo Guerrero, entre otros, no me van a desmentir. Por demás debe respetarse uno de los principios que ha permitido el desarrollo material y científico de la humanidad que es la división social del trabajo. Delimitando entre las funciones del periodista y la del locutor tendríamos como resultado una mayor especialización en esas dos áreas de la comunicación masiva y, por lo tanto, haríamos una mejor radio y una más superada y moderna televisión. En torno a la falta de credibilidad que inspira el locutor joven, considero que esto es un concepto muy subjetivo, pero bien podría ser tema de análisis para otra ocasión. Lea:Qué pasa, qué queee.